miércoles, 14 de febrero de 2018

José de Villamil (1789-1866)



José de Villamil (1789-1866)

Venía de Luisiana, era alto de ojos azules y muy apuesto.
Venía con la desilusión de un idílico amor no cristalizado, porque la novia fue concedida a una pareja de una superior posición económica…
Su espíritu viajero lo había llevado a muchos mares y muchas playas
Había nacido en Nueva Orleans cuando era parte de la Luisiana francesa, que luego paso a formar parte del Virreinato de Nueva España.
De su Padre Don Pedro González de la Galea y Villamil, natural de Oviedo aprendió el español, y de su madre Catherine Joly Lebrún, luisianesa de origen francés heredó la lengua francesa.
Fue usual en tiempos coloniales, que el hijo pudiera usar uno de los varios apellidos paternos, generalmente el de más alta alcurnia.
El apellido paterno iba precedido de la preposición Dy y el materno de la letra Y, quedando entonces José María de Villamil y Joly..
El rio lo acogió familiarizado con su experiencia de marino y aventurero.
En los días del invierno costeño, el aire vacilaba en su carrera, trayendo olores de lluvia…Algún perfume verde se desprendía discretamente y un mundo de sensaciones iba llegando como una primavera eterna siempre abierta..!
Ese era el paisaje multicolor del golfo que percibió a su llegada, saludados por interminables caravanas de delfines saltarines.
Por las noches, las nubes en un decorado hermoso componían una romanza nocturna, como un camino evanescente mientras la nueva luna empieza…
En el cielo sin nubes sobre el rio, era común observar la vía láctea trazando un camino de luz, que habían visto desde tiempos inmemoriales, otras humanidades.
En Guayaquil se casó con Ana Garaycoa, de activa participación en la gesta de la independencia, más luego de unos años enviudó
La independencia se presentaba como la posibilidad abierta de empezar de nuevo todo, para reinstaurar una vida más plena y justa.
En el fondo este ha sido un tema recurrente en todas las sociedades…
Pareciera que un recomienzo verdadero, solo es posible, luego de un fin verdadero de una forma de vivir y de pensar…
De ninguna forma esto implica manifestaciones de violencia.
José de Antepara había llegado a Guayaquil hacia 1818.
Traía el aroma de las ideas del precursor don Francisco de Miranda.
Antepara pensaba que la independencia era posible en esos días...
. Con todo el riesgo del momento Villamil ofreció su casa situada en la entonces calle de la orilla y (actual malecón) y la calle de las damas o los franciscanos (actual 9 de octubre), para efectuar las reuniones preparatorias de la Aurora gloriosa de 1820.
Trabajaron intensamente aquellos días gloriosos junto a los próceres.
Pensaban que Guayaquil que comprendía todo el litoral, al libertar Quito podía construir un destino autónomo.
Al siguiente dia de la independencia, partió en comisión hacia el sur para dar la buena nueva de la libertad a San Martín, a quien encontró en Ancón de Huantar.
De alli regresó con la ayuda del Protector y con el grado de militar que le confiriera el prócer.
Todas las pasiones en torno a la independencia y la inconsulta anexión de Guayaquil a la fuerza por Bolívar, talvez le hicieron pensar que muchas manifestaciones colectivas, son la extensión de los problemas que hay en las siques individuales, de quien tiene el poder… al igual que nuestros comportamientos “sociales” son la expresión de nuestra siquis.
Es tan difícil evitar el movimiento del pensamiento…
Talvez sea necesario de tener una aproximación un poco más amplia y flexible de la vida entera…
Vio desvanecerse su matrimonio por viudez.
Vio la anexión de Guayaquil independiente a la fuerza por Bolívar en 1822…
Vio la desaparición y fragmentación de Colombia la grande en 1830…
Fue contemporáneo de la muerte de Sucre y de Bolívar...
Ya viudo recibió la carta de su primer amor, comunicandole que también había enviudado.
Navegó a los Estados Unidos luego de dos años y se enteró que se había vuelto a casar...
Todo como un proceso de construcción y destrucción, como una manifestación inexorable de la existencia.… expresando la impermanencia de las cosas, quien sabe.
Mas, nada es trivial en la vida, nada es insignificante…
Mas allá de las agitaciones verbales, está el ser frente a su destino.
La vida es un movimiento de relaciones en el cual el descubrimiento de Sí, hace posible la claridad del espíritu...

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